[casarse con alguien por interés económico]
Origen: El origen de esta expresión tiene que ver con una emblemática figura de la Historia y la Literatura españolas: el hidalgo.
En la jerarquizada sociedad española de la Edad Media, el grado más bajo de hidalguía era el de los hidalgos de privilegio, a quienes se concedía este título por haber hecho algún servicio a la Corona, y en esta época de Reconquista y colonización de las Américas uno de los servicios más valorados era el de tener chiquillos, cuantos más mejor.
Por tanto, a aquel (que no a «aquella», of course), que pudiera probar que había engendrado siete hijos varones dentro de matrimonio legítimo y con la misma mujer, ojo al dato, se le concedía el título de hidalgo, lo que venía con unos cuantos y muy apetecibles privilegios, entre los cuales se contaban:
- no tener que pagar impuestos ordinarios ni extraordinarios
- no poder ser encarcelado por deudas
- no poder ser sometido a tormento (teniendo en cuenta la que cayó luego con la inquisición, no estaba mal tampoco.)
Así que pronto se empezó a distinguir entre los hidalgos de abolengo, de los de toda la vida, y aquellos que habían conseguido el título por haber aflojado la bragueta repetidamente, o lo que es lo mismo, por dado braguetazos como si no hubiera un mañana, consiguiendo una posición que según muchos no se merecían (al fin y al cabo, ¡las que parían eran sus señoras!).
Ejemplos:
—¿Sabes cómo se dice braguetazo en vasco?
—Hum. ¿Urdangarín?
—Jajajajja, ni de coña, pero lo tuyo tiene mucha más gracia, dónde va a parar.
—Ahí tienes a Romualdo, más tonto que un obrero de derechas, pero metió un braguetazo con una extranjera forrada y ahí está, a cuerpo de rey. Qué mal repartido está el mundo…
—Envidia poco sana detecto, Robustiano…
—Pozí.
Fuentes: http://citaenlaglorieta.blogspot.com
Imágenes: Wikimedia Commons
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