Ayer tuve uno de esos días que, de verdad, te alimentan el alma, el espíritu y todo lo demás.

Estuve en la exposición de César y Cleopatra en el Historisches Museum der Pfalz en Speyer y, ¡madre mía, qué pasada! Ya sabéis que a mí estas cosas me vuelven completamente loca, y que entre antigüedades soy feliz —y si son antigüedades egipcias, ya directamente entro en modo éxtasis total.

Me encantó cómo está organizada la exposición, especialmente cómo presentan las relaciones entre esas dos grandes potencias de la antigüedad: Roma y Alejandría.
Alejandría me dejó alucinada porque, sinceramente, no conocía tanto su historia. ¡Qué ciudad tan increíble! Lo cosmopolita que era, su organización urbana, el diseño de sus calles… ¡Era el Manhattan de la antigüedad! Imaginaos: su famosísima biblioteca con casi medio millón de rollos de papiro (¡medio millón, por favor!), el gran faro que era una de las siete maravillas del mundo antiguo, calles perfectamente planificadas en cuadrícula, barrios específicos para cada comunidad cultural. ¡Hasta tenían alcantarillado cuando el resto del mundo todavía hacía sus necesidades en cualquier esquina!

Y luego está ella, Cleopatra, que me ha encandilado desde pequeñita. No solo por ser la última faraona de Egipto (que ya sabéis que el Antiguo Egipto me tiene robado el corazón desde siempre), sino por lo injustamente que la historia la ha tratado. Porque, claro, la historia la escriben los ganadores, y los romanos —que ganaron— la pintaron de seductora, de femme fatale, manipuladora y de todo lo peor, cuando la realidad es muy diferente.

¿Sabéis que los historiadores árabes como Al-Masudi hablaban de ella como una mujer de inteligencia brillante y sabiduría política extraordinaria? Hasta el historiador judío Flavio Josefo, que no era precisamente su fan número uno, tuvo que reconocer su formación intelectual fuera de serie. Incluso Plutarco tuvo que admitir que lo que la hacía irresistible no era su físico, sino su inteligencia y su conversación.

Cleopatra VII Filopátor era una auténtica crack: estratega política, historiadora, matemática… ¡Y políglota nivel dios! Hablaba varios idiomas, entre ellos el egipcio antiguo (algo que ningún otro gobernante ptolemaico se había molestado en aprender antes), griego, latín, hebreo, etíope, medo, sirio… entre otros. O sea, podía recibir embajadores de medio mundo y hablarles directamente en su idioma. ¿Os imagináis la cara que se les quedaba? Puro poder diplomático.

Su alianza con César y luego con Marco Antonio… vale, seducción habría, que eran humanos al fin y al cabo (y ella bastante lista, y ellos bastante conquistables), pero vamos, lo de Cleopatra fue un movimiento estratégico brutal para mantener la independencia de Egipto. ¡Y lo consiguió! Hasta que Roma se lo cargó todo, claro.

Por cierto, ¿veis el collar que llevo en las fotos? Es uno de mis tesoros, lo compré en Egipto hace un par de años y me encanta. Era mi pequeño homenaje a la exposición, a Egipto y a Cleo. Los egipcios adoraban la turquesa (color del cielo) y el rojo del coral (color de la vida) como símbolos de poder y protección. Así que ahí estaba yo, frente a estatuas de más de 2000 años, con mi collar egipcio, en mi salsa total.

En fin, si tenéis la oportunidad, no dejéis de visitar esta exposición. Es realmente fascinante y merece muchísimo la pena. Y si no podéis ir, al menos buscad algo sobre Cleopatra más allá de la imagen que nos han vendido las pelis de Hollywood. Os aseguro que la señora era mucho más interesante que todo eso —de hecho aquí abajo os dejo unas cuantas páginas, por si os interesa.